viernes, 28 de septiembre de 2012

Vertedero escatológico / Vigesimosexto Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B – Mc. 9, 38-43.45.47-48 / 30.09.12


38 Juan le dijo: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros”. 39 Pero Jesús les dijo: “No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. 40 Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.41 Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. 42 Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar.43 Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. 45 Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. 47 Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, 48 donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. (Mc. 9, 38-43.45.47-48)

38
La pequeña perícopa que abarca desde el versículo 38 hasta el versículo 40 parece insertada con prepotencia por Marcos en este lugar. Y en realidad, lo que le sigue a continuación también aparece como un conjunto desarticulado de dichos de Jesús. En el macro-contexto de la sección del camino de subida a Jerusalén, se entienden estas frases como enseñanzas básicas para el discipulado. Eso no las hace menos inconexas. Respecto a la perícopa del exorcista sin comunidad, su inserción tiene un sentido más eclesiológico que discipular. Se trata de la actitud de una determinada comunidad eclesial frente a otras comunidades que también viven en el nombre de Jesús. ¿Cuál es más válida? ¿Quién tiene la razón? Más profundo aún: se trata de la actitud eclesial frente a manifestaciones del Reino que no provienen específicamente de la Iglesia: ¿son cristianas a pesar de ello? ¿son válidas?
Juan es el portavoz de la supuesta herejía. Preocupado y orgulloso, le comunica a su Maestro que han detenido a un exorcista anónimo que trabajaba en paralelo a la comunidad discipular que ellos formaban. Es interesante que Juan introduzca sus palabras dirigiéndose a Jesús como a su Maestro. En muchas oportunidades, el texto de Marcos ha mostrado cómo los que se dirigen a Jesús de esa forma, lo hacen desde una perspectiva que resulta finalmente errónea (cf. Mc 4, 39; 5, 35; 9, 5; 10, 17.35; 12, 14.19; 14, 45). Juan lo llama Maestro, pero con la creencia firme de que es su maestro individual, privado. Por eso ha intentado detener al exorcista anónimo, considerándolo ajeno, indigno de la obra que intentaba llevar adelante.
El exorcismo debe ser entendido como un signo de poder. Quien puede expulsar demonios posee un tipo de poder distinto al que tiene el resto de los mortales. Puede ser un poder que proviene de las fuerzas del mal, un poder mágico, o un poder que proviene de la santidad, de la sintonía con Dios. Los discípulos primeros y la Iglesia primitiva hacían muchos exorcismos, demostrando así que el Espíritu de Jesús continuaba entre ellos. El poder de Dios que había actuado sobre el Resucitado seguía actuando sobre su Iglesia. Prueba de ello era el poder de expulsar demonios. Signo de autoridad y signo de validación de la identidad. Si bien Jesús nunca exorciza en nombre de alguien, la Iglesia tiene la costumbre de hacerlo en el nombre de Jesús, invocando con el mismo sentido la continuidad del Espíritu.


39
Jesús corta todas las expectativas de Juan. Está mal lo que han hecho. No deberían haber detenido al exorcista anónimo. Lo que era el orgullo de Juan, ahora es su vergüenza. Ha cometido, con sus compañeros, un error básico en el concepto de Reino de Dios. Han violado un principio de universalidad abierta en pos de una exclusividad que Jesús nunca predicó. El Reino de Dios y sus signos exceden a los discípulos. Hay signos del Reino en la supuesta secularidad, y esos signos no contradicen el Evangelio; al contrario, lo refuerzan.
La idea que subyace en la afirmación de que nadie puede hacer un milagro en el Nombre de Jesús y luego desmentirlo, es la idea de que la persona de Jesús es mucho más grande que la Iglesia, que la comunidad inmediata de discípulos. Hay alternativas, hay gestaciones del Reino de Dios que no nacen en la Iglesia, que no se desarrollan en ella y que no culminan tampoco en ella. Para la comunidad de Marcos, el mensaje es de reconocimiento de las otras comunidades, de los otros movimientos inspirados en Jesús y de todo lo que transparenta el Reino de Dios sin ser, específicamente, eclesial.

40
Este versículo en forma de proverbio, de cierta estructura simétrica, hace las veces de cierre-resumen de la perícopa. No debemos olvidar que la tradición Q tiene un dicho similar y distinto a la vez, conservado también como palabra de Jesús: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama” (Mt 12, 30; Lc 11, 23). Hay una tensión entre ambas expresiones, y por momentos parecen contradictorias. El énfasis, por supuesto, está puesto en lugares disímiles: mientras que Q está hablando sobre el seguimiento y los que se oponen a ese camino/actitud de vida, Marcos está abordando la temática de los que trabajan por el Reino sin hacerlo explícitamente en el marco de una organización cristiana. En este caso, el que no hace algo anti-Reino, el que no proyecta sombras, el que no amenaza la vida con maquinaciones de muerte, sino al contrario, el que trabaja en una liberación del ser humano (un exorcismo) para mejorar su calidad de vida, no puede considerarse enemigo. Sería una locura egocéntrica creer que el Reino es propiedad y construcción única de la Iglesia.

41
Este dicho parece cumplir una función de bisagra, junto con el versículo que sigue a continuación. El sentido de su ubicación es difícil de definir. Repentinamente, se comienza a hablar de la recompensa que reciben los que ayudan a los discípulos. Haciendo un esfuerzo interpretativo, podemos relacionar a estos hospedadores, estos benefactores anónimos de los misioneros, con aquellos que trabajan por el Reino fuera de la organización eclesial. Estamos en el campo de la visión macro-ecuménica del Evangelio.
La Iglesia no vive en aislamiento territorial y social. No puede hacerlo. Su mismo mensaje del Reino de Dios implica una relación de cercanía y colaboración con el resto de los seres humanos que es ineludible. El Reino es una realidad universal. No puede pretenderse un posicionamiento de sectarismo para fabricar un Reino a la medida de la Iglesia y que ese Reino sea luego la recompensa para la misma Iglesia. Se acentúa el concepto de que Jesús y su mensaje están por encima de cualquier pretensión grupal. Jesús es universal, es el hombre para el mundo entero. Eso no significa que todos deben ser cristianos, sino que Jesús es para todos, más allá de sus creencias, su cultura religiosa o su fe manifestada. De la misma manera, no todos deben pertenecer a la Iglesia Cristiana, aunque sí la Iglesia es para todos, y sus acciones son para todos, para los que creen y para los que no lo hacen. La pastoral macro-ecuménica no puede ser una locura; debería ser lo regular.

42
Otra frase de difícil sentido en esta sección. ¿Quiénes son los pequeños con fe? No se puede deducir del contexto inmediato. Algunos comentaristas suponen que los pequeños son los mismos discípulos, esos que reciben un vaso de agua por pertenecer a Cristo. Pero no se entiende qué los escandalizaría, o quién lo haría. Otros exegetas prefieren ver en los pequeños a los miembros más débiles de la comunidad eclesial. Débiles en el sentido de ser nuevos en la fe cristiana, o con un convencimiento inicial, no madurado. Éstos serían más propensos a abandonar el seguimiento de Jesús y la praxis del Reino por el escándalo que pueden generar otros discípulos. En este caso, el autor estaría advirtiendo a los cristianos más viejos, a los que tienen algún tipo de responsabilidad en la comunidad; sus actos pueden repercutir en la fe de los nuevos, en los recién convertidos, en los que están caminando el discipulado desde hace menos tiempo.
Entendamos el escándalo en la visión bíblica. Es escándalo lo que hace tropezar, no lo mediático o lo que tiene relevancia pública. Estamos acostumbrados a que lo escandaloso es muy visible, tiene repercusión nacional o internacional, y generalmente está relacionado a temas sexuales. Pero en la Biblia, el escándalo tiene que ver con actitudes que confunden y que hacen tropezar a otros en su camino; en general se trata de cuestiones religiosas, por ponerles una etiqueta. Hace tropezar el sacerdote al pueblo, el escriba a sus discípulos, los fariseos a los que asisten a las sinagogas. Los que tienen algún tipo de autoridad en el marco institucional de la religión, suelen ser los que causan el escándalo, porque los fieles los toman inconscientemente como ejemplo, y de alguna manera, los dirigentes van moldeando algún tipo de fe en el resto.
Pues bien, si en las comunidades eclesiales, un discípulo de más camino, más maduro, hiciese tropezar en su fe a un discípulo nuevo, recién iniciado, más le valdría una condena a muerte que otra cosa. Alejar a otro del camino del Reino parece un pecado terrible. Y dentro de las comunidades eclesiales, el error es mayor. En lugares donde se debería estimular el seguimiento más puro y pulido de Jesús y de su Evangelio, no deberían existir las dobles intenciones ni las agendas ocultas que hagan dudar al que se acerca a la Iglesia. La piedra de moler al cuello es la sentencia de muerte. Son piedras enormes que, en el agua, causan el hundimiento seguro.

43
Comienzan ahora tres frases de igual estructura, repetitivas, con un sentido final que se refuerza de una en una. Son, para el Evangelio según Marcos, un resumen ético. Estamos ante una ética del Reino, pero no ante un moralismo. Hablamos de ética y no de moralismo porque ética es nuestra forma de existir, nuestros lugares comunes de la conducta. Jesús no se concentra en el hecho moral, en cada acción particular. Jesús presenta una forma de vida que está basada en la libertad.
Haciendo una exégesis comparada, podemos decir que la utilización que hace el autor del concepto de Reino de Dios se equivale a la Vida, con mayúsculas; vida en plenitud en la compañía de Dios, vida eterna, paraíso final y definitivo, retorno al Edén. Hay muchas maneras de expresar esa realidad que la fe y la esperanza identifican como plétora absoluta, como abundancia de lo mejor, como estar empapado de la gracia sin telones ni muros que nos separen de la fuente del amor. Para Marcos, el Reino de Dios se puede asociar a esto. El Reino de Dios es, en cierto sentido, un espacio de vida plena.
La primera imagen de tres es la mano. Si la mano es ocasión de pecado, debe cortarse. Obviamente, no se trata de una expresión literal, sino de la hipérbole clásica del lenguaje semítico. La mano es figura de la actividad, del hacer. La palabra en griego que traducimos como mano (queir) es equivalentemente traducida como brazo. En el Antiguo Testamento, es el brazo de Yahvé el que libera y hace justicia (cf. Ex 6, 6). Si nuestro hacer, si nuestras actividades, si nuestras obras nos hacen tropezar (esa podría ser la traducción más aproximada, y no pecado), es conveniente mutilar esas obras para tener Vida y no culminar en el basurero de la historia. El mal obrar, el hacer con intenciones equivocadas, nos lleva al tropiezo, nos separa del Reino.
Nos adelantamos a hablar del basurero de la historia porque eso parece representar la Gehena. Gehena es la abreviación de gé-ben-hinnóm, que significa Valle de Hinnom, un lugar situado al sur de Jerusalén, donde en tiempos de los reyes Ajaz y Manasés se sacrificaban niños pequeños al dios Moloch, inclusive con la participación de los mismos reyes (cf. 2Ry 23, 10; 2Cro 28, 3). Este lugar se convirtió, por lo tanto, en un sitio despreciable, cuna de las peores crueldades. Así llegó a ser símbolo para la apocalíptica judía del final más despreciable, del sitio destinado a la muerte total; allí donde los seres humanos dieron culto a la muerte de los más inocentes, es donde Dios tomará el partido definitivo por ellos. Este lugar apocalíptico, en la época de Jesús, era un basurero, literalmente. Por el desprecio que causaba a los judíos ese sitio, se había convertido en un vertedero de la mugre de la ciudad. Ese basurero, entonces, es la mejor representación de lo opuesto a la Vida/Reino de Dios. Hay maneras de existir, actitudes de vida y hechos concretos que significan un desperdicio, que convierten la potencial plenitud en basura, y la basura termina vertida en un lugar donde su olor no moleste y donde, en lo posible, no se la pueda ver.

44
Este versículo falta en los mejores manuscritos griegos, por lo que se supone que no estaba en la composición original de Marcos y que, seguramente, se lo añadió por parte de los copistas del texto. La hipótesis es muy factible, ya que se trata de una copia del versículo 48.

45
El símbolo del pie se entiende en relación al camino, pues por donde se camina determina a dónde vamos y a quién seguimos. El camino es, en la cultura semita y en muchas otras, la figura del modo de vivir. El camino elegido es la forma de vida elegida. El ser humano puede caminar en los caminos del Señor (cf. 1Ry 2, 3) o rechazarlos (cf. Mal 2, 8); ese es el resumen teológico deuteronomista expresado en la promesa de bendición/maldición de Dt 11, 26-28; bendición para quien sigue el camino del Señor, maldición para el que toma caminos de otros dioses. Si nuestra senda de conducta nos hace tropezar, nos hace caminar caminos distintos al Reino, es conveniente mutilar esa forma de vida para no acabar en el basurero.

46
Con este versículo la situación es la misma que con el versículo 44. Fue agregado posteriormente por copistas del texto original, reproduciendo el versículo 48.

47
La metáfora del ojo ha causado muchas falsas interpretaciones. Para nuestra cultura, y para la tradición eclesiástica, el ojo que causa pecado es el ojo pervertido sexualmente. Eso proviene de la fijación obsesiva que ha tenido la Iglesia con el tema sexual, pero bíblicamente, la imagen está muy alejada. Varias citas del Antiguo Testamento relacionan el ojo con un estilo de vida altanero, egoísta y aferrado a las riquezas. Podemos citar Sal 101, 5b: “Ojo altanero y corazón hinchado no los soportaré”. También en Dt 15, 9, hablando del año que Israel debía dedicar a perdonar las deudas, se hace la recomendación de no tener un ojo malvado para este perdón, o sea, no tratar de evitar la condonación de las deudas por el afán de aumentar las riquezas. Prv 28, 22, aunque traducido no literalmente en la mayoría de nuestras Biblias, asegura que “quien tiene mal ojo [avaro según algunas traducciones], corre rápido a enriquecerse”. En la misma interpretación se sitúa Sir 14, 10: “El ojo envidioso mira con envidia el pan que otro come, y a su propia mesa siempre hay alborotos”.
El ojo es símbolo de la relación con los bienes materiales; un ojo bueno/sano no es avaro ni envidioso; un ojo malo/enfermo codicia y retiene para sí. Si nuestra relación con las riquezas nos hace tropezar, si existimos para acumular y no compartir, entonces acabaremos en el basurero. Ese es el sentido, no lo sexual.

48
El final de la lectura de hoy está inspirado en el último versículo de todo el libro de Isaías: “Saliendo, verán los cadáveres de aquellos que se rebelaron contra mí; su gusano no morirá, su fuego no se apagará, y serán el asco de todo el mundo” (Is 66, 24). Esta visión es la visión escatológica del profeta. Cuando Yahvé triunfa definitivamente en la historia, todas las naciones acuden a Él (cf. Is 66, 18-21), suceden los cielos nuevos y la tierra nueva (cf. Is 66, 22), y el pueblo celebra a su Dios (cf. Is 66, 23). Por fuera de este estado pleno, como lo señala el verbo saliendo, se encuentran los cadáveres de aquellos que rechazaron a Yahvé. Se encuentran en un estado de putrefacción eterna, con gusanos y fuego, como un verdadero basurero. Son el asco del universo, el vertedero. Podríamos decir que son la Gehenna escatológica.

El gusano que no muere y el fuego que permanece sin apagarse parecen señales de eternidad, pero tenemos que detenernos antes de iniciar un juicio teológico sobre el infierno y su posibilidad de eterno. Estamos en el terreno de las imágenes semíticas, y muchas veces, la imagen busca más el impacto que transmitir una doctrina dogmática. En ese sentido, la imagen es lo suficientemente fuerte para remarcar la potencia de una vida desperdiciada: es arrojada al basurero histórico, como algo que no sirve, como algo que no se plenificó. Saltar de aquí hasta el infierno de la doctrina cristiana y su posible eternidad, con condenas que son irreversibles, eso ya resulta demasiado. Jesús está advirtiendo a sus contemporáneos, Marcos a los suyos, y nosotros como lectores somos advertidos: la vida puede plenificarse en la vivencia del Reino o puede desperdiciarse, convirtiéndose en basura. Hay una actitud que tomar de inmediato.


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