jueves, 26 de diciembre de 2013

Migrantes de siempre / Fiesta de la Sagrada Familia – Ciclo A – Mt. 2, 13-15.19-23 / 29.12.13

Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo. Cuando murió Herodes, el Angel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño”. José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: Será llamado Nazareno.

Los primeros dos capítulos del Evangelio según Mateo están narrados según una técnica rabínica llamada midrash. En pocas palabras, el midrash es un género literario en el que se actualiza una Palabra de Dios del pasado (en la teología bíblica sabemos que la Palabra de Dios siempre es presente, pero aquí se hace referencia a la Palabra que narra sucesos del pasado o que fue dirigida a profetas o hagiógrafos en el pasado histórico). La cuestión que intenta resolver este género es cómo darle marco actual a relatos antiguos, cómo hacer del texto viejo una visión nueva que ilumine el presente de la comunidad. Los rabinos lo hacían todos los sábados en la reunión sinagogal, intentando responder a la pregunta lógica de cómo efectivizar en el presente judío los textos de Moisés. Como la práctica rabínica se hizo habitual y muy valiosa, con el tiempo se concretó en textos escritos que también se llaman Midrash.

De dónde obtiene Mateo la historia de Jesús en Egipto para hacerla midráshica es un verdadero rompecabezas. Algunos comentaristas sospechan que el autor contaba con dos tradiciones separadas en su origen. Una sería la tradición de José y la otra de Herodes. Sobre el primero tendríamos todo el capítulo 1 de Mateo, Mt. 2, 13-15.19-23; sobre el segundo sería Mt. 2, 1-12.16-18. Mateo haría un sándwich literario intercalando los textos de uno y de otro, para crear un híbrido de la infancia de Jesús. La hipótesis no es imposible, pero tampoco tiene todos los elementos para ser aceptada completamente. A favor está la independencia de relatos que se puede crear suprimiendo las partes que corresponderían a una u otra tradición. Si quitamos del capítulo 2 a los magos de Oriente y la matanza de los inocentes, nos queda la perícopa que hoy nos ofrece la liturgia católica. En esta perícopa es posible rastrear una estructura que se repite en la primera parte (versículos 13-15) y en la segunda (versículos 19-23). La estructura consta de una aparición angélica en sueños a José, el encargo de una misión referente al niño y a la madre, la ejecución de la orden y el final con una cita profética. En ambas oportunidades, José se levanta, como si la acción se tuviese que realizar en lo inmediato al anuncio del ángel, y toma al niño y a su madre, paidion kai autos meter en griego. Esta fórmula para designar a Jesús y a María recuerda a las fórmulas reales que hacían mención al rey y a la madre del rey. José está protegiendo, con sus acciones guiadas por el ángel, al Rey de Israel.
Para protegerlo del falso rey, Herodes, debe escapar a Egipto. Éste es, quizás, el punto más discutible de la narración. ¿Viajaron verdaderamente hasta ese país los tres? Sabemos que desde el siglo VI a.C. existía en Egipto una comunidad judía bastante importante, y sabemos también que en la tradición bíblica, Egipto no es sólo lugar de opresión y esclavitud, sino también refugio, como lo da a entender Dt. 23, 8 (“no consideres abominable al edomita, porque es tu hermano, ni tampoco al egipcio, porque tú fuiste huésped en su país”) o Jer. 26, 21 (Urías escapa a Egipto para escapar a la espada del rey Joaquím). Pero eso no es todo. También nos consta, por escritos y tradiciones apócrifas, la historias circulante de que Jesús habría aprendido magia en Egipto, y que esa magia le permitía realizar los prodigios milagrosos. Con todo esto, a la hipótesis de los relatos sobre José y Herodes se agrega la sospecha de otro relato independiente sobre la estadía de Jesús en Egipto. No es improbable que Mateo haya recolectado hasta tres o cuatro fuentes para construir su propio relato de la infancia.
Las historias de Moisés y Jacob tienen similitudes con esta infancia mateana de Jesús. Por el Éxodo sabemos que Moisés se ve obligado a huir tras matar a un egipcio (cf. Mt. 2, 12.15). Tiempo después, el mismo Dios lo mandará llamar para volver a Egipto, con una frase particular: “Regresa a Egipto, porque ya han muerto todos los que querían matarte” (Ex. 4, 19). La expresión es muy similar al mensaje del ángel a José sobre volver a tierra de Israel porque han muerto los que querían darle muerte. Faraón había ordenado matar a los israelitas varones (cf. Ex. 1, 15-22) y Herodes arrasó con todos los menores de dos años de Belén y alrededores (cf. Mt. 2, 16-18). Moisés y Jesús se salvaron de una manera particular. Inclusive la fórmula ya analizada de tomar a la madre con los hijos encuentra su similar en Ex. 4, 20: “Moisés tomó a su mujer y a sus hijos, los hizo montar en un asno, y emprendió el camino de regreso a Egipto”. Pero no sólo Moisés es el molde, sino también Jacob. Gn. 46, 3b-4a tiene elementos llamativos: “No tengas miedo de bajar a Egipto, porque allí haré de ti una gran nación. Yo bajaré contigo a Egipto, y después yo mismo te haré volver”. El esquema de migración a Egipto por orden divina para volver bajo una misma orden divina está en Mateo. Las tradiciones judías, en esta historia del descenso de Jacob a Egipto, agregan, por ejemplo, que Jacob se refugia en este país porque está escapando a la persecución de Labán; en esta huida, Raquel, esposa de Jacob, queda enterrada en Palestina, en Belén, esperando el regreso de su esposo y sus hijos (cf. Gn. 35, 19). Esta tradición es la que toma Jeremías para representarla llorando y consolada por Yahvé que promete el regreso de sus hijos a Palestina (cf. Jer. 31, 15-17). Mateo, sin ser ajeno a esto, cita a Jeremías en el fragmento que no leemos hoy litúrgicamente, reforzando la historia de Jacob como molde de la infancia jesuánica.
Mateo supo leer las Escrituras en clave jesuánica. Para él, Moisés y Jacob son importantes, pero la historia de Jesús es superior. Egipto es un pueblo relacionado con Israel, pero importante de verdad cuando el Hijo de Dios encuentra refugio allí. El Mesías sufre como su pueblo, se hace migrante como aquellos antepasados, es perseguido. La historia es gigantesca en lo pequeño: Dios encarnado depende de la protección de José, varón silencioso que carga al niño y a su madre para probar mejor suerte en un país distinto. Yahvé no envía un ángel guerrero que mate a Herodes; más bien confía en un artesano galileo. Yahvé no trae más espada a la tierra; trae comunicación, palabra. No es un ángel destructor, como el ángel del Éxodo; este ángel habla en los sueños con los pobres, con los desplazados. Es la Palabra en los lugares menos esperados, es la historia de la salvación haciéndose presente en los puntos que la sociedad neurálgica olvida.

Este midrash de Mateo (aunque algunos comentaristas prefieran que no pongamos ese título) es la actualización de una verdad constante en la Biblia: Dios salva al mundo desde los excluidos. ¿Quién apostaría, hoy en día, que el Reino de Dios se instaura desde los desplazados de Centroamérica, o desde los migrantes africanos en Europa? ¿Quién se arriesgaría a pensar que los ángeles de Yahvé les hablan a los artesanos indígenas maltratados por el mercado para que se hagan cargo de cuidar el Evangelio? Créase o no, ese es el midrash de siempre, el de Moisés, el de Jacob, el de Jesús, el de Mateo, el nuestro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario