martes, 24 de junio de 2014

Divididos por Pedro / Fiesta de Pedro y Pablo, día del Papa - Ciclo A - Mt 16, 13-19 / 29.06.14

(Mt 16, 19) Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.


Este texto es clave para el ecumenismo. Una decisión sobre la interpretación de este versículo y sus sucedáneos puede determinar un acercamiento profundo o un alejamiento irreconciliable en el camino del diálogo. Por lo pronto es un alejamiento. El catolicismo ha interpretado sostenidamente que estamos ante una validación de la institución del papado. Pedro se presenta como el personaje que sería el primer Papa, dueño de las llaves del Reino, con poder absoluto de atar y desatar, con la capacidad de modificar en la tierra cosas que se modifican en el cielo. El texto es complejo. El acervo histórico que se desprende de él también. Es un texto sobre el personaje de Pedro, pero también sobre el personaje de la Iglesia respecto al Reino. Mateo es el único evangelista que la nombra como tal. El término, en griego, es ekklesía, que puede traducirse por asamblea convocada. La traducción griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta (LXX), utiliza el vocablo para traducir la qahal hebrea, asamblea de los santos que constituyen el pueblo de Dios, los justos de Israel. Pero ekklesía no es un término derivado específicamente del ámbito religioso o litúrgico. El Imperio Romano utilizaba la palabra para designar la asamblea de pobladores debidamente convocada que, junto con la boulé (consejo), expresaban la voluntad del pueblo (demos).
Para Mateo, esta Iglesia no puede ser derrotada por las puertas del Hades (pule Hades según el texto original griego que algunas versiones traducen como el poder de la muerte). Esta expresión es una sinécdoque. En este caso, las puertas designan la totalidad del Hades, como sucedía con las ciudades antiguas que, al tener grandes pórticos de entrada (por ser amuralladas), podían ser identificadas por sus puertas. La puerta de la ciudad era el símbolo de la ciudad misma. También, en un segundo nivel, las puertas son la fuerza de la ciudad. Cuando se atacaba un lugar, el hecho de derribar las puertas era la certeza de que la batalla estaba ganada y ese lugar iba a ser conquistado. Una puerta fuerte, difícil de derribar, corresponde a una ciudad fuerte. Las puertas del Hades son el Hades con toda su fuerza. Hades (el infierno de la mitología griega) es el vocablo que la LXX eligió para traducir el hebreo Sheol, sitio de la cosmogonía hebrea donde terminaban todos los humanos al morir, lugar de oscuridad debajo de los mares, donde los muertos están concientes de la sombra que los rodea como en un estado de suspensión. El Sheol es la cueva final donde la esperanza se acaba. Allí sólo resta esperar, a tientas, que Dios se digne a visitar a los muertos para sacarlos de su estado. La Iglesia, según Mateo, es más fuerte que eso. Está para prevalecer sobre esa fuerza de la desesperanza. La Iglesia es más poderosa que la muerte. Por eso puede ser una alternativa a la sociedad imperial que propaga la opresión con sus legiones militares.
Pedro, y con él toda la comunidad eclesial, tiene las llaves del Reino (las llaves de la puerta, aunque no se diga explícitamente). Pedro tiene toda la fuerza de la Iglesia. ¿Y eso qué significa? Un texto clave para entender el significado de las llaves es Is 22, 22, en el oráculo que habla sobre Eliaquím: “Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá”. Eliaquím recibe las llaves davídicas, por lo tanto, tiene autoridad para abrir y para cerrar. Pedro, por la revelación de Jesús como Mesías e Hijo de Dios, puede abrir la comprensión del Reino a los demás. Toda la fuerza de la Iglesia es la potencia para proponer un modo de vida alternativo desde la perspectiva del Reino. Hay un reino que es de muerte (el reino del Hades), pero la Iglesia tiene las llaves para abrir el Reino de la vida, mucho más poderoso. La función primordial de Pedro es transmitir vida, ser un generador de espacios de comunión que se enfrenten al Hades, a la muerte, al poder opresor. No son las llaves de una puerta real, como muchas veces se interpreta, aplicando a Pedro (y sus supuestos sucesores) la capacidad de vender parcelas en un cielo post-mortem. Son llaves como responsabilidad, como obligación eclesial de hacer el Reino más cercano a todos, más entendible, aquí en la tierra, ahora. La dicotomía tierra-cielo con la que juega el lenguaje de este versículo no es dicotomía en realidad, sino más bien una descripción de los extremos que encierran la totalidad. Si se interpreta como dicotomía, entonces el cielo no tiene nada que ver con la tierra, y la historia es sólo un paso que hay que soportar; pero sin dicotomía, tierra-cielo es el universo creado, y la historia es un componente objetivo para nosotros de la gran realidad que no podemos abarcar por completo, pero que podemos transformar con la fuerza de la comunión.
Del mismo modo, el poder de atar y desatar (relacionado al poder de abrir y cerrar) está en oposición a la destrucción que disemina el Hades. Así como Pedro recibe el encargo, en Mt 18, 18 es toda la comunidad eclesial la que recibe el mismo poder de atar-desatar. Toda la Iglesia tiene una responsabilidad comunional, de atar a las personas entre sí y ellas a Cristo. Atando, y no desatando, será que la Iglesia propondrá un Reino anti-imperial. La tarea de Roma es desunir a los pueblos bajo la falsa apariencia de globalización, para que parezcan conectados en la oikumene, pero en el fondo estén desarmados, destruidos por dentro. El Reino de Dios, al contrario, busca la comunión verdadera, donde no hay provecho para el Emperador solamente (que amplía sus territorios), sino provecho para todos.

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