miércoles, 1 de noviembre de 2017

1. El Reino escatológico - Marcos


(Mc 14, 25) Jesús dijo: “Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”. [Mt 26, 29; Lc 22, 18]



El contexto de este dicho jesuánico lo da la última cena del Maestro con sus discípulos. Hay un ambiente de tinieblas alrededor, de muerte ya programada. Hay, a la vez, un halo de tristeza y de gozo. La última cena puede analizarse desde su perspectiva sacramental, desde el amigo que se despide de sus íntimos o como resumen del mensaje evangélico, pero en cualquiera de esas perspectivas, sobresale la solemnidad. Cada palabra que Jesús pronuncia en ese banquete, encierra un sentido místico.


Esta frase que referencia al Reino de Dios es de difícil interpretación. Algunos sostienen que es una declaración de ayuno, lo que implicaría que Jesús no come la última cena, sino que sólo está presente. Esta interpretación tiene en contra el sentido lógico de compartir la mesa, partir el mismo pan que se consume entre todos y beber de la misma copa. Para que el sentido sea pleno, Jesús debe comer y beber lo mismo que sus discípulos. Es cierto que el ayuno es una manera piadosa de clamar por misericordia para Israel, pero no es precisamente este tipo de piedad nacionalista lo que caracteriza el Reino de Dios que predica Jesús. Otros comentaristas creen que Jesús está haciendo hincapié en la realización inmediata que instauraría el Reino de Dios en la tierra, quizás esa misma noche, en esa celebración pascual. El tiempo definitivo se habría cumplido y Yahvé se haría presente con toda su majestuosidad para resolver la historia en su definitiva dirección y consumación. Esto es sostenible, sobre todo apelando a la idea de que Jesús ha subido a Jerusalén para dar una resolución a su movimiento galileo, quizás hasta intentando forzar a Dios para que su Reino se manifieste. Finalmente, también se interpreta la frase como un voto al estilo de los consagrados; Jesús se rehúsa a seguir tomando vino (signo de alegría) cuando alrededor hay tanto sufrimiento. En contra de esta interpretación está el recuerdo de todos los banquetes que Jesús celebró con vino, en medio de los sufrientes, excluidos y marginados, bebiendo con ellos, justamente para simbolizar la presencia alegre del Reino en el valle de lágrimas.

A pesar de la divergencia de hermenéuticas, no se puede negar la promesa de un vino nuevo. Llegará el momento en que el vino (la alegría, lo bueno de la vida, el gozo de la existencia) será renovado y se podría compartir en un tipo de banquete celestial. Es un vino escatológico, que se beberá en la dimensión escatológica del Reino de Dios. Es la famosa tensión de un Reino que ya está presente, pero que no tiene su forma y condiciones definitivas en la historia. Sin embargo, con certeza se puede decir que un día las tendrá, y ese día habrá vino nuevo, símbolo de una renovación que proporcionará todo lo bueno del Reino en su mayor expresión. El vino escatológico será distinto al sabor amargo que tiene esta bebida de la última cena. No será vino de despedida, sino de bienvenida eterna. Es difícil saber si Jesús pensaba tomar ese vino nuevo en el transcurso de la misma noche, o lo esperaba para los días subsiguientes. No lo sabemos. Pero tenía la certeza de su existencia, y creía firmemente que podía degustarse en algún momento.


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