martes, 30 de enero de 2018

2. Reino para ellos - Mateo




(Mt 13, 52) Entonces Jesús agregó: “Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo”.



Los escribas, de primera mano, en una lectura rápida de Mateo, quedarían fuera del Reino. Están apegados a la ley más que a Dios mismo, cargan a los demás con pesos insostenibles que ni ellos cumplen, explican la Ley según su conveniencia, se hacen a sí mismos los únicos intérpretes de la Palabra, ahogando las demás manifestaciones de la misma. No son para nada el modelo del discípulo que pretende Jesús. Pero sorprendentemente, en este final del capítulo 13 del Evangelio, son nombrados bajo la posibilidad de que estén en el Reino de los Cielos. Condición ineludible para ello es que sean escribas discipulados para el Reino.

Más que de una conversión, Jesús habla de los que han sido hechos discípulos. Traducir conversión el término griego matheteuo no hace demasiada justicia al concepto. El vocablo griego es una derivación de mathetes, que significa discípulo. Jesús no habla, precisamente, de escribas judíos que se convierten al cristianismo, sino de escribas que son enseñados sobre los misterios del Reino. Por eso la frase está casi como conclusión del capítulo 13, que es el discurso de las parábolas. El Maestro ha enseñado por medio de parábolas lo misterioso del Reino, su realidad, su dinámica, y los oyentes que han penetrado en esa enseñanza, pueden ser escribas que reconocen lo bueno viejo y lo bueno nuevo. Mateo escribe para un auditorio con muchos judíos convertidos al cristianismo, y su obra es un monumental intento por trazar la continuidad en la discontinuidad, el sostenimiento transformado de la religión israelita en el Mesías que llega con un planteo inesperado.
Para Mateo es fundamental la posibilidad de que pueda tomarse lo mejor de lo viejo, lo mejor del Antiguo Testamento, lo mejor del judaísmo, y que pueda combinarse con lo mejor de lo nuevo, lo mejor de la Nueva Alianza, lo mejor del cristianismo. Un verdadero escriba sabría hacerlo, sabría abrirse a lo bueno de ambas corrientes sin cerrarse inexplicablemente en un sectarismo. Siguiendo esta línea, muchos biblistas proponen la hipótesis de que Mateo esté haciendo una autoreferencia en este versículo. Mateo es el escriba judío que supo sacar lo viejo y lo nuevo. Mateo sería este hombre formado en el judaísmo que, discipulado para el Reino, ha podido crear una síntesis con lo mejor de lo mejor. En cuanto a hipótesis, es una posibilidad.
Esta frase que estamos analizando, quizás encontraría también asilo en el acápite sobre los personajes del Reino, pero por dos razones considero que se refiere mejor a los que heredan el Reino de los Cielos. La primera razón es la presencia del término relacionado con el discipulado. El objetivo del discipulado no es la herencia del Reino en cuanto premio al buen comportamiento, sino la herencia como responsabilidad; los discípulos heredan el Reino con la responsabilidad de seguir y perseguir su dinámica. El Reino no es el premio final, sino un compromiso. Un escriba discípulo del Reino lo ha heredado inmediatamente, y ahora tiene en sus manos la obligación de cambiar su paradigma sobre la Palabra para expandirla, para universalizarla, para liberar con su hermenéutica. Sigue siendo escriba, pero en otra perspectiva. La segunda razón es que detrás de la afirmación tajante está la invitación. Creo que Mateo está invitando a sus lectores judeo-cristianos a dar el salto final que es el desprendimiento de las cargas judías que no permiten la expresión plena del cristianismo. La invitación a recibir con los brazos abiertos la herencia del Reino de los Cielos es un desafío para todos, pero para el escriba que proviene del judaísmo tiene un componente especial, porque él ha sido maestro de otra forma de ver las cosas, y en algunos aspectos, ha sido maestro contrario a este Maestro que es Jesús. El Reino le exige un cambio rotundo. Una invitación es a futuro: alguien viene siendo o haciendo algo, y se le invita a otra cosa, en otro lugar, en otro tiempo; por eso considero que esta frase habla sobre los que heredan el Reino, y no sobre los que ya son personajes del Reino.

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