viernes, 5 de enero de 2018

4. El Reino que llegará - Mateo




(Mt 25, 34) Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo.



La escena del juicio final de Mateo (cf. Mt 25, 31-46) es uno de los mejores textos del autor, con una condensación teológica envidiable y una fuerza de impacto que trascendió su propia época. El cristianismo se ha nutrido de esta escena repetidas veces en repetidas situaciones, buscando explicación, alivio o tormento para la descripción del futuro que está más allá, en el después de la muerte. Y, sin embargo, la escena tiene un hincapié marcado en el más acá, en lo que terminan siendo las acciones humanas que marcan el futuro individual y comunitario. Sigo creyendo que este texto debe ser analizado en esta sección sobre el Reino que vendrá, porque Mateo lo ha posicionado en el discurso escatológico de su libro, pero no deja de inquietarme que, a pesar de su ubicación, es la última presentación de la obra antes del inicio del relato de la pasión, donde la angustia, la tortura y la crucifixión parecen destruir la ilusión del Rey del Universo. Estamos ante una visión escatológica, pero también es una visión profético-apocalíptica del Hijo del Hombre reinando.


Tanto los que reciben el Reino en herencia (ubicados a la derecha, las ovejas), como los apartados hacia la izquierda (cabritos), parecen desconcertados en el relato. Los juzgados no tienen conciencia de la identificación que el Hijo del Hombre les hace ver: lo que han hecho con los pequeños lo han hecho con Él. Esa falta de entendimiento genera temor, pero se explica también desde el misterio del Reino y desde la mala interpretación humana. El misterio, en este caso, no es otra cosa que la presencia del Reino más allá de la religión. Y el error humano es pensar a Dios sólo desde los esquemas religiosos. Algunos centrados en lo que se llama piedad, creen que el Reino se construye y se vive sólo desde las oraciones, el culto y el diezmo. Allí hay un riesgo. Otros viven el Reino con los seres humanos, en la sociedad, junto a la religión, pero no exclusivamente desde el planteo de las religiones. Ese es un acierto. El Reino de Dios trasciende todos los ámbitos humanos, y no puede limitárselo a un templo, a una reunión o a una vida intimista.

Seis acciones son el parámetro de juicio que utiliza el Hijo del Hombre en esta escena. Las seis acciones resultan tradicionales del Antiguo Testamento como obras piadosas para con el desvalido (cf. Job 22, 6-7; Is 58, 6-7; Ez 18, 7-8; Tob 4, 16-17). La más difícil de rastrear es la de visitar al preso (puede ser un agregado cristiano posterior ante la realidad de los discípulos que son constantemente puestos en prisión por el anuncio del Evangelio). No se juzga el presentismo a los rituales, no se juzga cuánto dinero se donó a organizaciones eclesiales, no se juzga en negativo (quién no hizo nada malo). El juicio está en cómo respondió el ser humano ante el prójimo sufriente. No hay mayor parámetro que éste, y no hay mejor definición de la religión que esta. Probablemente, tampoco haya mejor manera de describir lo práctico del Reino. Se puede divagar mucho teológicamente, se pueden escribir tratados completos sobre la imagen y el concepto del Reino de los Cielos, pero en la vida diaria, para mi hogar y para la calle, aquí está el meollo: el Reino es heredado por aquellos que supieron cuidar al hermano, porque vieron que todo ser humano en sufrimiento es un hermano, y es mi responsabilidad estar presente para intentar aliviar ese sufrimiento.


El juicio tiene que ver con el amor manifestado. ¿Manifestado hacia quiénes? Hacia los hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfermos y presos. La escena habla de un futuro, de un juicio que parece suceder al final de los tiempos, de un Reino que se heredará, pero las implicancias para el presente son enormes. Hay un Reino preparado desde que el mundo es mundo, pero no tiene sentido esperarlo con los brazos cruzados. Al contrario, ese tipo de espera nos pondrá a la izquierda, con los cabritos, con los que despreciaron la oportunidad de estar al lado del que sufre. Hay un Reino para heredar, pero el Padre bien sabe que los hijos herederos deben ser capaces de sostener los valores primordiales de ese Reino. ¿Se lo dejaría en herencia a hijos que han rechazado lo esencial del Reino? ¿O se lo confiará a hijos comprometidos con el compromiso de Dios: el pobre, el sufriente, el marginal?


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