lunes, 5 de febrero de 2018

3. Reino para ellos - Mateo



(Mt 18, 1-4) En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: “¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?”. Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos”. [Mc 9, 33-37; Lc 9, 46-48]



Esta escena conceptual es común a los tres Evangelios Sinópticos, pero mientras Marcos y Lucas relatan que los discípulos discuten sobre quién es el más grande entre ellos, Mateo amplía el campo de discusión del debate y los hace preguntarse quién es el más grande en el Reino de los Cielos. Ya no estamos sólo en el ámbito del discipulado, del pequeño grupo que acompaña a Jesús en su caminar por Palestina, sino que el planteo es sobre el gran Reino, sobre esa majestuosidad enorme e indescriptible que tiene por Rey a Dios. Y también a diferencia de los otros dos autores, en Mateo los discípulos se lo preguntan a su Maestro abiertamente, mientras que en Marcos y Lucas es Jesús quien descubre que están hablando a sus espaldas. La pregunta es válida, pero Jesús sabe que es una pregunta que esconde una intención de tener más, de ocupar un puesto superior, de tener súbditos.

La respuesta de Jesús, paradójica como de costumbre, establece que el más pequeño es el más grande. Para graficarlo plásticamente se vale de un niño, a quien pone en medio de ellos. Lo plástico es claro: el centro es el niño; allí está el modelo de los que heredan el Reino. Hay una referencia más sutil escondida, pero poderosa. En Mt 14, 6 se dice textualmente en griego, que la hija de Herodías danzó en medio de los comensales del banquete de Herodes. En el texto original, las construcciones literarias son equivalentes. Sutilmente, quedan en contrapartida la niña/joven utilizada por su madre para fines de muerte, en medio de una reunión de varones poderosos; y el niño/joven en medio de los discípulos, que representa la vida verdadera. Es una referencia sutil, pero potente en su significado. La discusión sobre el poder, sobre lo que se tiene, sobre ser mayor a otros, ha terminado con la muerte de Juan el Bautista. La niña/joven terminó siendo instrumento de los mayores que la utilizaron para concretar un asesinato. El niño/joven que propone Jesús es modelo para que haya vida, para que los discípulos no se saquen los ojos entre sí, porque el Reino de los Cielos es más parecido a esto último que al banquete de Herodes. El Reino de los Cielos es la vida de los pequeños, no la muerte de los profetas.
Jesús indica a sus discípulos tapeinoo, que significa abajarse, al punto de llegar al nivel del suelo. El que se abaja como un niño es heredero del Reino, y no sólo eso, es el más grande en el Reino de los Cielos. Tradicionalmente y en varias predicaciones, se interpreta que hacerse niño es hacerse inocente, sin maldad. Pero difícilmente Jesús pensaría, según su contexto cultural, en el niño como imagen de la inocencia. Y mucho menos en esta escena donde la discusión es sobre poder y sobre la posibilidad de estar unos aplastando a los otros. La inocencia del niño no encaja bien aquí. Para eso tenemos que rastrear en el resto del Evangelio una constante mateana, que es su referencia a los pequeños. Como veremos, un niño es un pequeño, no por su tamaño ni su edad, sino porque está al margen de la sociedad. Los niños, en la sociedad del siglo I, no son nadie por sí mismos; valen en cuanto son adultos en potencia. Son pequeños porque socialmente se los puede representar así, diminutos, invisibles, desprotegidos. Mateo utiliza continuamente términos similares entre sí para designar a los más desprotegidos de la sociedad: mikros (cf. Mt 10, 42; Mt 11, 11; Mt 13, 32; Mt 18, 6.10.14) como pequeños en tamaño; pais (cf. Mt 2, 16; Mt 8, 6.8.13; Mt 12, 18; Mt 17, 12; Mt 21, 15) como esclavos o niños; paidion (cf. Mt 2, 8.9.11.13.16.20.21; Mt 11, 16; Mt 14, 21; Mt 15, 38; Mt 18, 2.3.45; Mt 19, 13-14) como diminutivo de pais, que solía utilizarse para niños menores de dos años; thelazonton para los lactantes (cf. Mt 21, 16; Mt 24, 19); elakistos como mínimo o menor (cf. Mt 2, 6; Mt 5, 19); pobre como ptokoi (cf. Mt 5, 3; Mt 11, 5; Mt 19, 21; Mt 26, 9.11).
En los versículos que estamos analizando ahora se habla de un paidion, un niño joven, un muchacho. Abajarse como este niño no es volverse inocente, sino hacerse marginal, último en la escala social, pequeño como prescindible y despreciado. En la cultura mediterránea del siglo I es perderlo todo, porque el honor es el rango de medida del valor de las personas. Jesús no propone, ingenuamente, que los inocentes heredan el Reino, sino que invita a hacerse nadie para ser grande, aunque parezca descabellado. Estar con los pequeños, con los últimos, y plenificarse allí. La grandeza no está en tener a muchos por debajo, sino en abajarse con los muchos.

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